Tu próximo capítulo comienza aquí: te mudamos con empatía y apoyo real.
 

Cuidar a un paciente con Alzheimer: no dejes que la opinión de otros defina tu valor

pez betta rojo y azul en fondo negro

No dejes que la opinión de otros defina tu valor como cuidador de Alzheimer

Hace un tiempo leí una frase que nunca se me olvidó:
“Todos somos geniales en algo, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar un árbol, pasará toda su vida pensando que es un fracaso.”

Ese es el corazón de esta reflexión: lo que digan o piensen los demás acerca de ti no te define.

Cuando la duda se cuela en la mente del cuidador

Es normal que, en medio de los retos diarios del cuidado, aparezcan pensamientos como:

  • “Yo para esto no sirvo.”
  • “Soy una terrible cuidadora.”
  • “Mi ser querido estaría mejor cuidado con otra persona.”

A todos nos pasa. En los momentos de cansancio, frustración o dolor, la mente nos juega en contra.

Pero la Palabra nos recuerda en Filipenses 4:13:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

No se trata de tener súper poderes ni de ser héroes. Se trata de reconocer que nuestra fuerza no es suficiente… y que podemos pedirle a Dios que nos dé la sabiduría, paciencia y fortaleza necesarias para cada día.

Cuando las críticas vienen de afuera

Lo más duro es que, muchas veces, los comentarios más hirientes vienen de personas que ni siquiera están en la trinchera contigo.

Familiares o amigos que no viven el día a día con el paciente suelen tener “grandes ideas” y dar consejos que duelen más que ayudan:

  • “Yo lo haría mejor.”
  • “Si lo cuidaras de otra forma, estaría más tranquilo.”
  • “Ustedes complican las cosas.”

Es fácil opinar desde la comodidad de dormir ocho horas seguidas, salir de casa cuando quieren o hacer diligencias sin preocuparse de dejar solo al paciente.

Lo que el que opina no conoce

El que opina, pero no cuida, no sabe realmente lo que significa esta labor.

No ha tenido que:

  • limpiar el baño cuatro veces antes del mediodía,
  • calmar a un paciente agitado y alucinando a las 5 a.m.,
  • ducharlo después de varios días de resistencia,
  • recoger heces o vómito de la ropa, paredes o muebles,
  • retirar del piso los platos de comida y bebidas derramadas,
  • impedir que se cepille los dientes con crema de afeitar o que intente peinarse con una rasuradora,
  • soportar el dolor de no ser reconocido, o peor, ser acusado de maltrato, robo o abandono por la misma persona a la que cuidas con amor y sacrificio.

Todo eso mientras renuncias a tu privacidad, a tu libertad y muchas veces a tu carrera o proyectos personales.

Antes de convertirme en cuidadora, nunca imaginé la magnitud de lo que significa vivir con Alzheimer en casa. Jamás pensé cuánto se gasta en agua, detergente, desinfectante, papel toalla o servilletas. Tampoco imaginé las cosas que realmente hacen los pacientes de Alzheimer (y otras demencias), yo nunca pensé que fuera posible sentir que una casa oliera y estuviera sucia a pesar de no parar de limpiarla en todo el día.

Quien no lo vive, no lo conoce.

Validación: ¿de dónde viene tu valor?

Es por eso que hoy quiero decirte:
Lo estás haciendo genial.
Nadie podría hacerlo mejor que tú, y si alguien piensa que sí… ¡pues que lo intente! Seguro a ti te vendría bien un descanso.

Recuerdo haber leído una frase que se me quedó grabada:
“Si solo encuentras tu valor y validación a través de otras personas, te estás limitando, porque solo crecerás hasta el nivel de su percepción.”

Eso es exactamente lo que pasa cuando dejamos que las críticas nos definan. Terminamos viviendo bajo la medida de quienes no conocen lo que realmente implica el cuidado.

Tu valor no depende de si alguien más te aplaude o te critica. Tu valor lo determina Dios.

Cristo es tu respaldo

Si hoy sientes que no das más, recuerda: no estás sola.
Dios te ha confiado una misión especial, y no lo hizo para dejarte abandonada en medio de ella.

Jesús mismo dijo en Mateo 11:28:
“Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.”

No necesitas validación de quienes critican desde afuera. Necesitas aferrarte a la verdad de que Dios está contigo, que Cristo es tu fortaleza y que cada día, aunque parezca igual que el anterior, estás sembrando amor en la vida de tu ser querido.

Conclusión

El cuidado de un paciente con Alzheimer o demencia no es una tarea fácil. Es agotadora, demandante y muchas veces incomprendida. Pero tu esfuerzo no pasa desapercibido a los ojos de Dios.

Así que no permitas que las opiniones ajenas definan tu valor. No escuches a quienes no conocen tu realidad.
Escucha a Dios, que te recuerda: “Tú puedes, porque yo estoy contigo.”

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *